En el mundo virtual la persona puede elegir quién es y qué le caracteriza mucho más que en el mundo real, pero esto también significa que en la red es más fácil mostrar una identidad falsa.
Gracias a la tecnología, las personas pueden elegir cómo presentarse, engañándose a sí mismas y engañando a los demás con respecto a su identidad digital. En la red podemos maquillar y retocar no sólo nuestra imagen, sino aún más los rasgos de nuestra personalidad.
Las investigaciones afirman que muchas personas en línea cambian su personalidad dando una versión mejorada de sí mismas, potenciando sus características positivas y ocultando las negativas. En el mundo virtual es posible liberar aspectos reprimidos del propio yo, experimentar y construir multitud de roles para escapar de la propia condición en la vida cotidiana.
A través de las redes sociales, todo el mundo construye su identidad digital en una continua comparación con los demás. En esta dimensión, la fotografía permite a los usuarios mostrarse perfectos y exhibir el yo ideal. Los modelos que siguen los adolescentes en Internet son principalmente los de los influencers, famosos que cuentan sus historias a través de las redes sociales y son seguidos por fans que dejan likes o comentarios.
El deseo de estimación permite “hacer públicos elementos íntimos de la vida para realzarlos gracias a los comentarios”, lo que, si no se lleva al exceso, contribuye al crecimiento de la autoestima.
Cada persona en línea puede construir su propia narrativa digital: no es infrecuente buscar aparecer y mostrar lo que otros consideran socialmente deseable para recibir consenso. El concepto clave pasa a ser el de reputación en la red, que se expresa en lo que los demás piensan de nosotros: cuanto mayor sea el consenso de los demás, mayor será nuestra visibilidad y popularidad dentro de la red.